El presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti, ofreció una reflexión exhaustiva acerca de la relación intrínseca entre el Poder Judicial y el ámbito político en el marco de una reciente entrevista televisiva. En su alocución, explicó que la incomprensión mutua entre ambas esferas no es meramente circunstancial, sino que posee un carácter estructural, argumentando que dicha tensión constituye un elemento inherente al diseño constitucional de la República Argentina.
En este contexto, Rosatti aseveró que el desacuerdo se origina en la divergencia de sus respectivas lógicas operativas. Mientras que la actividad política persigue la celeridad en los cambios y exige respuestas con inmediatez, la administración de justicia se rige por plazos más extensos y procedimientos de índole formal. De este modo, puntualizó que esta disparidad, si bien puede generar frustración, cumple una función institucional de capital importancia.
Señaló la existencia de una tensión histórica entre los magistrados y la clase dirigente. “La incomprensión es una constante”, resumió Rosatti, haciendo valer su doble experiencia como exministro de Justicia y actual juez. Asimismo, detalló que el actor político suele demandar premura en atención a su mandato electoral, en contraste con el rol del juez, quien debe primariamente dilucidar la compatibilidad de toda medida con el texto constitucional.
Sostuvo, además, que el Poder Judicial fue concebido con una naturaleza intrínsecamente más conservadora en comparación con los otros dos poderes del Estado. En consecuencia, enfatizó que esta característica no debe ser interpretada como una deficiencia, sino como una salvaguarda institucional destinada a prevenir la adopción de decisiones precipitadas que pudieran menoscabar derechos fundamentales o el debido proceso.
En cuanto al diálogo posible y sus restricciones, Rosatti clarificó que el intercambio interinstitucional es perfectamente legítimo y, de hecho, necesario. No obstante, estableció con firmeza un límite infranqueable: los jueces se abstienen de entablar conversaciones relativas a expedientes judiciales específicos. Así, demarcó claramente la diferencia entre la deliberación sobre criterios jurisprudenciales o principios generales y cualquier intento de ejercer presión.
Finalmente, el presidente del Máximo Tribunal advirtió que ciertos gobiernos conciben erróneamente que los magistrados deberían adaptarse a las urgencias de la coyuntura política. Sin embargo, recalcó que la solidez del sistema democrático depende de que todas las ramas del poder actúen en estricta sujeción a la Constitución Nacional, aun cuando ello genere fricciones que resultan ser ineludibles.




















